Recuerdo
estar con el abuelo y la abuela el año 79 en Viloco, en lo más alto de
la montaña, aquella montaña conocida en el lugar como la del gorila
dormido. La nieve cubría con su manto blanco el espacio en el que
estábamos, el Abuelo Viento (Wayra Tata) nos acompañaba también y un
océano de nubes que podíamos ver hacia abajo.
Despertando con la PachamamaMis abuelos preparaban la ofrenda que
íbamos a dar a la Pachamama; mientras la abuela acomodaba las flores, la
coa, las semillas y los frutos que contenía la ofrenda, el abuelo
realizaba la ch’alla a los cuatro espacios.
El blanco de la
nieve resaltaba más junto al colorido de las flores de la ofrenda y
cuando vino a acompañarnos el Abuelo Fuego (Nina Tata), el brillo del
Padre Sol y el dorado y azul del fuego hacían brillar mucho más la
nieve.
Mis abuelos llamaban a los “achachilas”, a las “awichas”
y a todas las fuerzas, para despertar a la Pachamama, para despertar a
sus hijos que estaban dormidos, que estaban perdidos; en ese entonces
muy pocos hablaban de identidad o de nuestra cultura, peor aún, ya no se
quería enseñar a los hijos ni el idioma, para que no fueran
discriminados.
Recuerdo también unos años después, el año 1990,
esta vez en el altiplano, el Abuelo Viento que nos abrazaba, el verde
de la t’ola, la arena que nos calentaba después de ser calentada por el
Padre Sol, las llamas caminaban altivas; blancas, negras con blanco,
grises y las vicuñas con sus mantos de color café.
Nos
encontrábamos en Santiago de Machaca, en el ayllu Kuntur Amaya, pero
esta vez nos acompañaba toda la familia, aunque sólo estaban los padres,
los abuelos, no habían jóvenes, porque los hijos se habían ido, habían
migrado a las ciudades, buscando “vivir mejor”.
Recuerdo los
ponchos de color wayruru de mis tíos y mi abuelo, las polleras
multicolores y las mantas de color vicuña de mi abuela y de mis tías, la
alegría de la abuela que cantaba, el aroma del incienso que se fundía
con el de la t’ola.
Nuestros abuelos han construido esta
cultura junto a la Pachamama incansablemente, jamás la olvidaron y se
preocuparon en todo momento de seguir llamando a los hijos y a los
hermanos para que vuelvan.
En este mes de agosto del 2013 del
calendario gregoriano, 5521 del calendario oficial andino, durante todo
el mes se están haciendo ofrendas también a la Pachamama en muchos
lugares de Bolivia, pero además en Argentina, en Perú, en Chile, en
Colombia, Centroamérica.
Y cuando decimos “Pachamama” en India o
en China, es una palabra que ya se conoce y reconoce y más que sólo un
concepto es un paradigma distinto, una conciencia, una esperanza en la
que están despertando pueblos y naciones de todo el mundo.
Hoy
las palabras del abuelo cobran vigencia porque la Pachamama está
despertando no sólo en este mes, sino en este nuevo tiempo y junto con
ella sus hijos estamos despertando y acompañando este cambio de época,
este pachakuti que hemos estado esperando, para ver sembrarse las
semillas de ese nuevo sol que vivirán nuestros hijos y nietos; un tiempo
en el que seremos muchos haciendo ceremonias y entonces sabremos que el
respeto y la gratitud a la vida, a la pacha, estarán presentes
nuevamente.
Fernando Huanacuni Mamani. Aymara, miembro de la Comunidad Sariri.
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